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viernes, 3 de mayo de 2013

Capitulos: 9, 10, 11 y 12

Capitulo 9: La Enfermería

En este capitulo Olga nos cuenta como Fue la atencion medica en el Campo, en el cual no hubo durante algunas semanas manera de atender, ademas de nombrarla mienbro del personal de enfermeria. Ella recide en aquel lugar donde mejora su estancia.
Nos platica que atendian de cuatrocientos a quinientos pacientes; Carecian de luz, agua, camas, y lo mas importante, desinfectantes.
La enfermeria se componia de un gabinete de farmacia sin anaqueles, una mesa que se tenia que nivelar con ladrillos y otra mesa que cubrian con una sabana blanca para poder poner ahi los instrumentos. El personal no pasada de cinco apesar de ser cuarenta mil mujeres. Olga se levantaba desde las cuatro de la mañana. Aveces atendian a mil quinientas mujeres al dia, y debian esperar a que fuera su turno en filas de cinco. Las consultas eran desde el amanecer hasta las tres de la tarde, hora que tenian para descanzar, ademas lo usaban para comer, si alguna se quedaba le tocaba limpiar el suelo y los instrumentos. Ahi operaban hasta las ocho de la noche.
Aquel lugar carecian de vendajes, cuando habia partos tenian que pasar la noche sin dormir, pero apesar de todo olga se sentia satisfecha con su trabajo de buena ayuda y que ademas era muy util.
En aquel lugar las dejaban bañarse al terminar su jornada laboral, utilizaban un artefacto con dos agujeros y solo se podia usar si se tapaba con migas de pan, este contenia agua autentica y tambien tenian un trozo de jabon, que no era mas que una pasta pegostiosa de extraña procedencia y olor asqueroso, pero hacia espuma.


Capitulo 10: Un motivo para vivir

Aunque el campo era básicamente de mujeres, había algunos internos hombres. Un francés, denominado por la autora como L, llegó a convertirse en un visitante asiduo a la enfermería. Además de su presencia simpática y graciosa, L traía noticias sobre el frente de guerra. Las noticias levantaban el espíritu a las reclusas pues no tenían acceso a ninguna información. Olga cae en una profunda depresión, L la llama y la alienta a seguir adelante. Le habla de su trabajo y del sufrimiento que llega a quitar. Olga le pregunta qué tiene que hacer. L le dice que debe de divulgar la situación externa, mantener la fe y la esperanza en las reclusas y por el cargo que desempeña, queda perfecta como oficina de correos. Se le entregarían cartas y paquetes, jamás sabría el nombre de ninguna persona que lo manda o recibe, ni tampoco sabrán el suyo por razones estrictas de seguridad, si la descubren será mandada inmediatamente a la cámara de gas y de ahí al crematorio. Olga sabía que el mundo se tenía que enterar de los horrores Nazis. Olga aceptó y formó parte de la Resistencia. De ésta manera, Olga supo a detalle, todo lo que ocurría en Birkenau y Auschwitz.
Anteriormente los seleccionados eran fusilados, en 1941 se instalaron cuatro crematorios. judíos y cristianos eran enviados por igual al crematorio. Fue a partir de 1943 cuando se reservó “la solución final” exclusivamente al europeo que practicara la religión judía y a los gitanos. Dos crematorios eran enormes y consumían una cantidad extraordinaria de cadáveres en poco tiempo. Cada unidad consistía en un horno, un vestíbulo, y una cámara de gas. Todas constaban con una chimenea, que era alimentada con nueve hogueras. Los cuatro hornos de Birkenau eran calentados por treinta fogatas en total se podían reducir 360 cadáveres a cenizas cada medía hora, y 17, 280 cadáveres cada  24 horas. Además, la autora nombra la existencia de las “fosas de la muerte” donde perecía un promedio de ocho mil personas. Al día 24 mil cadáveres eran reducidos al polvo.
Diariamente, llegaban a Birkenau dos o tres trenes, cada uno con treinta o cincuenta vagones repletos de judíos, enemigos políticos, criminales, prisioneros de guerra y civiles. Todos llegaban con falsas promesas y siempre era el mismo rito: izquierda cámara de gas y derecha, detención temporal en Auschwitz. El procedimiento era sencillo: los deportados llegaban con falsas promesas, había pocos soldados, si la familia quería estar reunida se les permitía, de fondo se escuchaba algún conjunto de jazz, se les informa que serán bañados para desinfectarse, se amontona la mayor cantidad de personas posibles en unos cuartos enormes que simulan baños públicos. Se cierra la puerta y cuando la temperatura humana había subido, un soldado alemán dejaba caer una pastilla de gas a base de cianuro. La asfixia es inmediata. Cuando se abrían las puertas, se encontraban los cuerpos amontonados unos sobre otros, los moribundos eran levantados con brusquedad y arrojados entre los cadáveres para ser llevados a los hornos crematorios, no sin antes, extraerles dientes de oro, pertenencias y cortarles el pelo. Por supuesto que ningún alemán realizaba estás tareas, todo lo realizaban los mismos presos que solamente estaban esperando su acceso, tarde que temprano, a la muerte.




Capitulo 11: Canadá

Canadá era el nombre con que se conocía al edificio que resguardaba los objetos de valor que habían sido confiscados por los custodios. Trabajaban 1200 hombres y 2000 mujeres. Adentro, se encontraba desde juguetes hasta botellas de vino, trabajar o tener algún contacto en el Canadá constituía un verdadero privilegio, pues un mercado negro se desarrollaba en su interior. Un kilo de mantequilla por 500 marcos, un kilo de carne por 1,000 marcos, un cigarro, 7 marcos. 





Capítulo 12: El depósito de cadáveres.

Olga trabajaba de enfermera, pero eso no le perdonaba trabajar, como todas, en el transporte de cadáveres. Básicamente, el trabajo consistía en trasladar los cuerpos de la enfermería al depósito de cadáveres. A menudo, cuenta la autora, sus pacientes eran su propia carga en cuestión de días.No pasó mucho tiempo sin que Olga notara graves trastornos en su menstruación; y no tardaría en descubrir, que se realizaban experimentos en las mujeres pues, sustancias desconocidas eran agregadas al alimento.